En pleno apogeo de la gripe A, nuestra primera parada fue Santiago de Cuba, y yo con un resfriado-alergia desde hacía más de 2 semanas. En España tampoco había mucha agitación, en Cuba no había ningún caso prescrito, así que viajé sin pensar. Después de las 9,5 horas de viaje, que soportamos como unos campeones ;), uno de los azafatos se colocó una mascarilla y gritó: "Manténgase en sus asientos, no hay ningún problema, pero tenemos que fumigar el avión antes de que ustedes bajen a tierra, no se preocupen que el gas no es tóxico". Cogió unos sprays y se puso a regar todo el avión. La cara de todo el mundo era un poema.
Lo primero que pensé fue: "que no me vean con los mocos y estornudos que tengo porque voy a tener problemas!". Al salir de avión nos encontramos con algo que creo que me impresionó más que los sprays: la intensa humedad (70-80%) que no me dejaba respirar y una cantidad tremenda de militares con metralletas, guantes, gorros, mascarillas vigilando a todos los turistas y con perros oliendo todas las maletas (y yo con la nariz rojísimaaaaa y sin poder sacar mi pañueloooo!!!! pufff). Después del susto, sólo me quitaron 2 manzanas que llevaba (me callé que tenía galletas y pude llevarlas conmigo), no sé si fue por no entrar fruta fresca con posible virus, por no contaminar el país con fruta no exótica o porque simplemente ellos tenían hambre jajaja.
El siguiente paso era llegar desde el aeropuerto a la ciudad. Cambiamos un poquito de dinero allí mismo y cogimos "un taxi". En Cuba existen los taxis legales (con taxímetro) y otros ilegales (con los cuales puedes acordar el dinero que pagarás). Nosotros nos enteramos desde España cuanto más o menos se suele cobrar por ese tipo de trayecto, para evitar posibles engaños, y optamos por un taxista ilegal, que salía más barato. Al final del trayecto nos tuvimos que pelear un poco con el taxista porque nos quería timar (pagamos 10 CUC), además de pasarse todo el viaje preguntando cada 10 metros como se llegaba a la calle que queríamos ir jajaja.
Llegamos a Casa Nivia, propiedad de una mujer muy agradable, prudente y que nos trató como a uno más de la familia, dándonos muchos consejos sobre la seguridad en las calles de Santiago ;). En la misma casa vivían también su hija, yerno (ambos biólogos que están realizando su tesis doctoral) y sus dos nietos, durante todo el día también había una muchacha que se encargaba de la cocina, limpieza y demás.
Nos quedamos 3 noches allí y en esos dos días paseamos por las soleadas calles de Santiago. Como buenos turistas soportamos el intenso calor, compramos ron, bebimos mojitos, escuchamos música (sólo para nosotros) en "La Casa de la Trova". Fueron muy agradables los paseos de noche por las placitas: "Parque Dolores", "Parque Céspedes"... observando a los cubanos y sus costumbres, quizá peores fueron los paseos de día, debido a la presencia de los jineteros, que en cada esquina te preguntaban si necesitabas ayuda, si te acompañaban a algún lugar, si querías un taxi...
La segunda mañana si que "aceptamos" a uno de ellos: Jose Luis, y al final resultó bastante interesante. Había estudiado historia y nos estuvo explicando un montón de cosas de la ciudad. Se notaba que disfrutaba. Nos llevó por el "barrio del Tivolí", desde donde se divisaba parte de la ciudad y donde se encontraba la escuela y la casa donde pasó Fidel su infancia. Además, paseamos por el Paseo de la Alameda, y visitamos la Casa del Habano, donde invitamos a Jose Luis a un mojito, fue lo único que nos pidió.
Lo primero que pensé fue: "que no me vean con los mocos y estornudos que tengo porque voy a tener problemas!". Al salir de avión nos encontramos con algo que creo que me impresionó más que los sprays: la intensa humedad (70-80%) que no me dejaba respirar y una cantidad tremenda de militares con metralletas, guantes, gorros, mascarillas vigilando a todos los turistas y con perros oliendo todas las maletas (y yo con la nariz rojísimaaaaa y sin poder sacar mi pañueloooo!!!! pufff). Después del susto, sólo me quitaron 2 manzanas que llevaba (me callé que tenía galletas y pude llevarlas conmigo), no sé si fue por no entrar fruta fresca con posible virus, por no contaminar el país con fruta no exótica o porque simplemente ellos tenían hambre jajaja.
El siguiente paso era llegar desde el aeropuerto a la ciudad. Cambiamos un poquito de dinero allí mismo y cogimos "un taxi". En Cuba existen los taxis legales (con taxímetro) y otros ilegales (con los cuales puedes acordar el dinero que pagarás). Nosotros nos enteramos desde España cuanto más o menos se suele cobrar por ese tipo de trayecto, para evitar posibles engaños, y optamos por un taxista ilegal, que salía más barato. Al final del trayecto nos tuvimos que pelear un poco con el taxista porque nos quería timar (pagamos 10 CUC), además de pasarse todo el viaje preguntando cada 10 metros como se llegaba a la calle que queríamos ir jajaja.
Llegamos a Casa Nivia, propiedad de una mujer muy agradable, prudente y que nos trató como a uno más de la familia, dándonos muchos consejos sobre la seguridad en las calles de Santiago ;). En la misma casa vivían también su hija, yerno (ambos biólogos que están realizando su tesis doctoral) y sus dos nietos, durante todo el día también había una muchacha que se encargaba de la cocina, limpieza y demás.
Nos quedamos 3 noches allí y en esos dos días paseamos por las soleadas calles de Santiago. Como buenos turistas soportamos el intenso calor, compramos ron, bebimos mojitos, escuchamos música (sólo para nosotros) en "La Casa de la Trova". Fueron muy agradables los paseos de noche por las placitas: "Parque Dolores", "Parque Céspedes"... observando a los cubanos y sus costumbres, quizá peores fueron los paseos de día, debido a la presencia de los jineteros, que en cada esquina te preguntaban si necesitabas ayuda, si te acompañaban a algún lugar, si querías un taxi...
La segunda mañana si que "aceptamos" a uno de ellos: Jose Luis, y al final resultó bastante interesante. Había estudiado historia y nos estuvo explicando un montón de cosas de la ciudad. Se notaba que disfrutaba. Nos llevó por el "barrio del Tivolí", desde donde se divisaba parte de la ciudad y donde se encontraba la escuela y la casa donde pasó Fidel su infancia. Además, paseamos por el Paseo de la Alameda, y visitamos la Casa del Habano, donde invitamos a Jose Luis a un mojito, fue lo único que nos pidió.
También fue interesante pasear por La Plaza del 26 de Julio, donde muchos jóvenes cubanos se reunen para jugar el béisbol (gran deporte nacional) y donde se encuentra el Cuartel de Moncada (en la actualidad centro escolar), donde se inició la revolución cubana al frente de Fidel y Raúl Castro, para echar abajo la dictadura de Batista.
Otra buena opción es ir a ver atardecer a la terraza del Hotel CasaGranda, desde se pueden observar unas preciosas vistas. Nosotros llegamos tarde y no pudimos tomar nada arriba, pero nos dejaron hacer fotos :).
Tengo que decir que Santiago de Cuba fue la ciudad que menos me gustó de Cuba, quizá porque fueron las primeras impresiones de mi viaje y estaba todavía en shock por ver las casas muchas destrozadas, porque ver tanta miseria fue muy duro para mí, porque la gente te "acosaba", porque me daba un poco de miedo todo... Pero luego todo empezó a mejorar ;).
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