Me encanta que una película me haga sentir, llorar, reir, simplemente emocionarme.
Cuando al término de una película siento que ésta me ha llenado, que me ha llegado, tanto con una sonrisa como con una lagrimita, siempre digo: es una buena película, no sólo para pasar el rato, sino para recomendarla. Esto me ha sucedido con Una Historia Verdadera.
Es una película de David Lynch (1999) que cuenta, de forma pausada (a algunos a lo mejor le parece en ciertos momentos lenta), pero muy sencilla la historia de un hombre mayor de 73 años (Alvin Straight) con problemas de cadera y de vista, que sin poder casi andar se embarca en un viaje cruzando varios estados americanos montado en un cortacésped para ver a su hermano. Sin duda, no es tanto el destino del viaje lo importante, sino el camino. Como se encuentra a gente que lo ayuda, como se encuentra a sí mismo, con sus vivencias de la guerra, de la familia, de Dios... Un resumen sería la cara del protagonista montado en su cortacésped con una sonrisa en el rostro, disfrutando de los paisajes, saboreando los minutos, viviendo momentos de auténtica paz.
Desprende sencillez y no por ser sencilla, las sensaciones dejan de ser menos valiosas.
Increíbles los paisajes, y muy buena también la música. Todo un equilibrio.
Cuando al término de una película siento que ésta me ha llenado, que me ha llegado, tanto con una sonrisa como con una lagrimita, siempre digo: es una buena película, no sólo para pasar el rato, sino para recomendarla. Esto me ha sucedido con Una Historia Verdadera.
Es una película de David Lynch (1999) que cuenta, de forma pausada (a algunos a lo mejor le parece en ciertos momentos lenta), pero muy sencilla la historia de un hombre mayor de 73 años (Alvin Straight) con problemas de cadera y de vista, que sin poder casi andar se embarca en un viaje cruzando varios estados americanos montado en un cortacésped para ver a su hermano. Sin duda, no es tanto el destino del viaje lo importante, sino el camino. Como se encuentra a gente que lo ayuda, como se encuentra a sí mismo, con sus vivencias de la guerra, de la familia, de Dios... Un resumen sería la cara del protagonista montado en su cortacésped con una sonrisa en el rostro, disfrutando de los paisajes, saboreando los minutos, viviendo momentos de auténtica paz.
Desprende sencillez y no por ser sencilla, las sensaciones dejan de ser menos valiosas.Increíbles los paisajes, y muy buena también la música. Todo un equilibrio.
1 comentarios:
Qué puedo decir... Por ejemplo...
¡Chispas! :)
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